En el rol de la perseguidora asumimos a pies juntillas el arquetipo de “La Justiciera” o “El Verdugo”, y desde esta posición nos encontramos enfrentándonos a las demás personas, regañando desde la percepción ignorante de creernos perfectas, pasando constantemente por alto la capacidad innata de las otras personas de vivirse plenas.
Desde este rol las personas provocamos una ceguera sombría en nuestro corazón. Y en esta tesitura, desde el rol de la perseguidora, asumimos, naturalmente, que el resto necesita supervisión y abordamos, con la misma naturalidad, el exceso, de crítica, de arrogancia, de exigencia, de abuso,…
Las personas que conectan con esta tendencia relacional, han convertido todas las facetas de su vida (social, sentimental, laboral, familiar…) en un campo de batalla, considerando que las demás personas son el enemigo, por lo que deben ser derrotados.