Tender la mano a una persona que se encuentra en apuros es una respuesta humanamente natural. Forma parte de nuestro instinto animal al reconocer alguien de nuestra especie en peligro, y también de nuestra innata necesidad de afiliación.
Somos animales sociales y como tal nuestro impulso es socializarnos, dar y recibir apoyo.
Un apoyo que deja de ser saludable para ambas partes implicadas cuando ayudamos por encima de nuestras posibilidades. Una dinámica también muy habitual en las relaciones asimétricas, en las que una parte adopta el rol de la salvadora.
Desde este rol de salvadora necesitamos sentirnos necesitadas, lo que nos empuja a volcarnos en nuestras relaciones con una actitud severamente marcada por el apoyo unilateral y desproporcionado.